Recomendaciones respecto a tratamientos no convencionales


Es frecuente y de esperar que las personas con diagnóstico de ELA, sus familiares y amigos busquen alternativas al tratamiento que en el marco de la evidencia científica actual se ofrece a través de neurología.

Las búsquedas pueden ser en varias áreas del saber o del conocimiento científico o no científico.  Una de las posibilidades es la exploración de medicamentos que se encuentran aún en fases de investigación inconclusas, que no han terminado el proceso para corroborar su utilidad o que inclusive han sido probadas solo en animales. Estos medicamentos, moléculas o inclusive productos nutricionales por lo general no se encuentran en el mercado nacional, ni se dispone de ellos fácilmente en otros países puesto que, acceder a ellos requeriría costos y esfuerzos excepcionales que no compensan con el resultado.


Recibir moléculas que no están aún aprobadas científicamente tiene el riesgo de exponerse a efectos adversos conocidos o no conocidos, aumentar así la morbilidad e incluso la mortalidad, es decir, empeorar el diagnóstico.  No es ético recomendar medicamentos que aún no se ha comprobado su utilidad y aunque haya pacientes que asumen el riesgo de forma autónoma, es prudente que lo informen a sus neurólogos para poder hacer un seguimiento estricto de potenciales efectos adversos en su función renal, hepática, hematológica, entre otras.

El argumento de “no tengo nada que perder” es parcialmente comprensible, pero realmente el paciente se puede ver afectado en estados como fisiológicos y emocionales, éste frente al fracaso o debilitación del patrimonio familiar. Particularmente, se puede perder el enfoque en las intervenciones que sí han demostrado beneficios significativos en la sobrevida y la calidad de vida como lo son: la ventilación mecánica no invasiva, la optimización nutricional, la gastrostomía temprana, el abordaje multidisciplinario y algunos neuromoduladores (riluzol, edaravone).

En el mercado se ofrecen intervenciones o moléculas con argumentos pseudocientíficos y que finalmente obedecen a estafas. Es el caso del ofrecimiento de tratamientos con células madre, oxígeno en cámaras hiperbáricas, ozono, entre otros.  Si bien al día de hoy se hacen investigaciones rigurosas de células madre en centros de investigación de alto nivel, estos estudios están en fases iniciales donde solo se ha podido concluir que los pacientes toleran el procedimiento, pero sin presentar ningún beneficio.

De esta manera, los pacientes no deben pagar porque experimenten con ellos y ningún médico debe lucrarse de experimentar irresponsablemente con los pacientes. Al colocar nuevas células neuronales en las áreas cerebrales o de la médula, se someten al mismo proceso degenerativo por el que murieron las neuronas originales. Aún le quedan muchos años por delante a la ciencia para controlar múltiples variables biológicas que limitan el éxito de este tipo de tratamientos.


Otro campo de saber son las medicinas alternativas o complementarias, pero, mientras estas no prometan tratamientos curativos costosos, no empeoren el estado nutricional del paciente, no le faciliten agotamiento con mayor desgaste muscular o no le hagan lesiones físicas directamente, pueden no representar un factor de peor pronóstico en la ELA. Inclusive puede haber aproximaciones como el yoga, la musicoterapia, la homeopatía y medicinas tradicionales que integran aspectos más holísticos de las personas en su contexto cultural y su autocomprensión frente al universo.  La dificultad surge cuando la evidencia de la progresión de la enfermedad hace que el paciente entre en conflictos con su esperanza y la realidad, llevándolo a episodios depresivos recurrentes.

Las estrategias de búsqueda de mejoría en lo espiritual o religioso son también frecuentes y siempre deben recibir el mayor respeto por las personas del sistema de salud. El beneficio en la salud, basado en esta área de lo humano obedece a la subjetividad de las personas y no puede ser evaluado en el marco del método científico. De la misa forma las personas no religiosas ni teístas merecen la imparcialidad de los médicos que difieren espiritualmente de su postura.

Martha Peña Preciado, neuróloga.



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